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Dos caras de una moneda: fluidez y materialidad en los cuerpos posmodernos (página 2)



Partes: 1, 2

Este volver a sentir el cuerpo trae entonces un sabor amargo,
irritación, frustración ante la imposibilidad de
permanecer en ese estado de
licuidificación del cuerpo.

La desconexión de las redes (eléctrica,
televisión, teléfono, Internet, videojuegos,
etc.) genera una situación de limitación al salir
de esos no-lugares (Augé, 2000) potencialmente adictivos.
Los niños y
los adolescentes
muestran a diario su dificultad para desconectarse de sus
aparatos. El cuerpo imaginario trasladable y multipresente vuelve
a ser uno, limitado, pequeño frente a las posibilidades
que la cultura actual
le brinda.

De ahí que en ese diálogo
entre el cuerpo y la cultura pueda surgir esta vivencia en estos
tiempos. El hombre
pre-redes sólo podía trascender a través del
arte, la
meditación, el juego, el
sexo y la
locura, todas éstas experiencias que se ubican en ese
lugar de salida del espacio material que solemos confundir con la
realidad.

Esa ilusión -y realidad a la vez- de extenderse, de
traspasar los límites
corporales, se encuentra en estos momentos alentada por los
avances
tecnológicos.

Las patologías psicosomáticas vienen a denunciar
muchas veces esa desmentida del cuerpo, ese "hacer como si no
existiera", como si sólo fuera el soporte material del
pensamiento
cartesiano.

Ese "metahombre" (Piscitelli, 1998: 85), ese hombre
más allá del hombre, de su corporalidad material,
puede pagar con sufrimiento psicosomático esa
ilusión de fusión
con los otros, ese borramiento de las fronteras de su cuerpo.

El dolor es parte de la psicosomática, y también
de las heridas que se hacen los adolescentes, del piercing, del
branding y los tatuajes. El piercing representa algo
sólido en un cuerpo a la deriva, en un mundo
fluído, líquido. Las patologías
psicosomáticas "frenan", ponen obstáculos a la
velocidad y a
la disolución del cuerpo en los fluidos. Esa "otredad"
característica del síntoma psicosomático,
también podría ser pensada como algo que viene de
afuera, que delimita, que remarca el adentro/afuera, haciendo
tomar conciencia del
objeto, humanizando al sujeto.

Deportes
extremos,
deportes límites

No es casual el nombre con el que se conocen este tipo de
deportes. Tanto
extremo como límite aluden a un borde, a una finitud, a
una de las caras de la moneda posmoderna.

Mientras los deportes extremos resitúan al cuerpo de la
posmodernidad
en su limitación, como cuerpos vivos, las
patologías psicosomáticas logran lo mismo pero con
una vivencia de pérdida que en el contexto de las
posibilidades ampliatorias posibilitadas por la CMC, hacen surgir
la vivencia de un hipocuerpo.

La tecnología a partir del siglo XX ha puesto
al alcance de la humanidad el recurso de ampliar ese cuerpo,
imaginariamente, pero sólo a costa de generar esta
sensación limitante de hipocuerpo como contrapartida.

Deportes
extremos, patologías psicosomáticas y
virtualidad

Se ha señalado en otro lugar (Balaguer, 2002 a) que
"los deportes extremos (Levy, 1995) y las patologías
psicosomáticas podrían ser pensadas también
como intentos de re-situar el cuerpo, de actualizarlo frente a
los nuevos patrones culturales que pregonan una
licuidificación del mismo en las redes. La noción
de hipocuerpo podría servirnos para pensar cómo los
sujetos en la actualidad viven esa limitación del cuerpo
único, como una pérdida no acorde con las
representaciones socioculturales actuales que prometen esa
multipresencia corporal o el olvido del cuerpo".

La "cura por la palabra" freudiana había mostrado la
inextricable relación entre el discurso y el
cuerpo en la histeria de conversión. Las relaciones
cuerpo-mente en la era victoriana seguramente diferían del
vínculo que tienen en la actualidad. Los trabajos en la
línea psicosomática (Marty, Gaddini, Ali, Mc.
Dougall, Winnicott, etc.) han continuado profundizando en las
relaciones mente-cuerpo, buscando delimitar el pasaje de lo
psíquico a lo corporal y viceversa. Pero sin dudas esas
relaciones no existen por fuera de los requerimientos
culturales.

El vértigo de la actual vida cotidiana somete a los
cuerpos a estar ahí y allá, desdoblados, partidos.
La proliferación de patologías somáticas ha
sido en general entendida desde la óptica
del funcionamiento intrapsíquico o vincular, relacionado a
la alexitimia de nuestra sociedad. Ese
enfoque, es en parte acertado, pero quizás no explicativo
del todo. Los efectos de la tecnología en la
fantasía no han sido abordados con profundidad salvo
contadas excepciones (Turkle, 1995; Elliot, 1996).

Existe una dimensión imaginaria de multipresencia y
ubicuidad de la que no es fácil desasirse, y que implica
una carga extra para los cuerpos de esta era. Los sujetos buscan
desesperadamente "desenchufarse", "desconectarse" para descansar;
metáforas que dan cuenta de esa conexión a las
redes propia de la vida actual. Las propias drogas muchas
veces cumplen esa función de
"bajar a Tierra",
"desacelerar" a los sujetos inmersos en el vértigo, la
velocidad de la vida urbana y sus requerimientos.

Las representaciones del cuerpo en las redes han sido
abordadas por distintos autores (Stone, 1991; Turkle, 1995; Levy,
1995; De Kerckhove, 1995, 1997) quienes han resaltado las
posibilidades que ofrecen las redes para superar las limitaciones
espaciales y manejarse en el ciberespacio con representantes del
self. La noción de cuerpo se ha visto interpelada por la
CMC ya que en ésta es posible dejar el cuerpo atrás
y sin embargo navegar y entrar en contacto con distintas personas
a lo largo y ancho del mundo, manejando la presentación a
antojo (Littler, 1999). Sin embargo, lo que ha quedado relegado
en estos estudios, no es la ganancia, sino la pérdida que
estos entornos generan.

El mundo virtual puede simular todo, inclusive hasta la propia
muerte -como
en una fantasía diurna compartida- pero lo que no puede
evitar es la materialidad única del cuerpo.

Ese es el límite infranqueable que la realidad impone
hasta el momento. Ese es el límite sin posibilidad de
retorno que la naturaleza ha
impuesto desde
siempre y que quizás el futuro a través de la
clonación pueda revertir. Esa limitante es justamente
lo que la virtualidad aún no puede eludir.

La CMC permite "jugar con las identidades, trabajarlas
inclusive", crear escenarios en donde podemos simular la muerte de
otros y la nuestra propia, pero no escapar a ese límite
último que marca el fin de
lo lúdico y lo vital.

Las posibilidades deconstructivas de la
personalidad, el viajar del cuerpo por el ciberespacio,
encuentran el tope del cuerpo real, material.

¿Cuánto tiempo se puede
sostener la multipresencia y cuál es el costo
psíquico de tal
fantasía/realidad?

Las relaciones mente-cuerpo no son relaciones fáciles,
siendo muy intrincadas sus conexiones. El progreso
científico ha permitido una mejor comprensión de
ambos polos a la vez que diversas técnicas
han generado posibilidades de ver el modo en que
interactúan pensamientos y musculatura.

De la vieja técnica del ensueño dirigido creada
por Desoille (1973) llegamos en la actualidad a la
imaginería o visualización practicada por los
deportistas de elite para entrenarse en la alta competencia. Esta
técnica de visualización a través del
pensar, imaginar, "ver los movimientos corporales en los
pensamientos", pone en juego los músculos y el cuerpo aun cuando no haya
movimiento
"real". A su vez esos estados mentales, con sus correspondientes
respuestas corporales pueden ser ahora visualizados como en las
técnicas de biofeedback o de respuesta
dermogalvánica (González, 1997). Ya sabíamos
de la importancia de la psiquis en los cambios corporales; ahora
podemos ver en pantalla cómo se dan esas alteraciones con
sólo pensarlas.

Trasladándonos al campo del arte ahora, varios experimentos (De
Kerckhove, 1997) muestran tambien la correlación entre
nuestros movimientos internos y el resultado, que puede ser
"proyectado" fuera de la pantalla. Vemos nuestros pensamientos
ahí afuera, nuestros estados de ánimo graficados,
nuestras reacciones físicas simbolizadas por distintas
interfases gráficas.

Es aceptado por los distintos autores como sinónimo de
salud cuando
mente y cuerpo se encuentran en un continuo armónico.

Asociado a lo que se entiende desde la ciencias
médicas como vida saludable, el deporte ocupa un lugar importante
en nuestra cultura actual.

Para Lipovetsky (1983) ese culto al cuerpo, es parte del
narcisismo actual en juego, lo que es parcialmente cierto. El
deporte reconstruye el cuerpo, lo vuelve a sus límites
naturales, lo hace sentir, palpitar, lo contiene en sus bordes,
tal como también sucede paradojalmente con las
patologías psicosomáticas.

Los deportes extremos parecieran funcionar también como
un recordatorio de que tenemos un cuerpo (De Kerckhove, 1997:
73).

Plantea también Levy: "Nuestra época, como si
quisiera reaccionar ante la virtualización de los cuerpos,
ha asistido al desarrollo de
la práctica del deporte…" "En cierto sentido son
reacciones a la virtualización…" "Intensifican al
máximo la presencia física aquí y
ahora, y reconcentran a la persona en su
centro vital, su "punto de ser" mortal".

"Y sin embargo, esta máxima reencarnación en
este lugar y a esta hora sólo se obtiene haciendo temblar
los límites" (Levy, 1995: 31).

Los deportes extremos permiten re-vivenciar al cuerpo como
algo con límites, no fluido, no perdido en las redes de la
modernidad
líquida.

Una nueva línea a pensar sería que así
como las identidades nacionales se han visto trastocadas por el
proceso
globalizador (Giddens, 1999) algo similar sucede con el cuerpo
donde la aceleración de la vida posmoderna lleva a cierta
"esquizofrenización" y a la descomposición del
cuerpo en fragmentos, a la multipresencia. Las nuevas ciencias:
neuroendocrinología, psiconeuroinmunología,
psicobiología (Bekei, 1996) pretenden reunificar los
cuerpos, así como las técnicas orientales -que
proliferan hoy en día- plantean una mayor unión
entre los componentes somáticos y psíquicos. Esa
multipresencia que ofrecen las redes tiene sus costos
físicos y psíquicos.

El cuerpo expandido por el universo
mediático, a través del teléfono e Internet,
las redes, presenta ese aspecto fusional al estilo Matrix, que ha
sido recogido tanto desde la crítica
(Romano, 2000) como desde la óptica de los avances en la
condición humana (Kurzweil, 1999). Es un cuerpo fundido
con los otros, una inteligencia
global, conectiva, que trasciende la unicidad del cuerpo.

"El teléfono, por ejemplo, funciona como un dispositivo
de telepresencia, puesto que no sólo transmite una
imagen o una
representación de la voz, sino que transporta la propia
voz. El teléfono separa la voz (o cuerpo sonoro) del
cuerpo tangible y la transmite a distancia. Mi cuerpo tangible
está aquí, mi cuerpo sonoro, desdoblado,
está aquí y allá. El teléfono
actualiza una forma parcial de ubicuidad, y el cuerpo sonoro de
mi interlocutor se encuentra, asimismo, afectado por ese mismo
desdoblamiento. Si bien los dos estamos, respectivamente,
aquí y allá, se produce un cruce en la distribución de nuestros cuerpos tangibles"
(Levy, 1995: 28).

Con este ejemplo Levy (1995) muestra lo que
señalábamos anteriormente con respecto al
desdoblamiento de los cuerpos.

"El Homo comunicans es un ser sin interioridad y sin cuerpo,
que vive en una sociedad que no tiene secretos, un ser por entero
volcado hacia lo social, que sólo existe a través
de la información y el intercambio, en una
sociedad transparente gracias a las nuevas "máquinas
de comunicar" (Breton, 1992: 52).

Sin embargo el cuerpo se resiste a ser considerado un mero
continente de información.

La vuelta al
cuerpo

Volviendo entonces a ese contínuo que
mencionábamos anteriormente, desde la clínica, la
palabra límite es uno de los términos que se
asocian con las enfermedades o momentos
llamados psicosomáticos. Los pacientes suelen encontrar en
la enfermedad un aval para el descanso, el reencuentro con el
cuerpo que brinda ese sentimiento de estar vivo (Kohut,
1988).

Como muy acertadamente ha planteado Mc Dougall "las
enfermedades psicosomáticas pueden representar una lucha
por la supervivencia psíquica" (1996: 94).

El cuerpo dice basta cuando la mente no puede decirlo, cuando
las defensas dejan de ser eficaces y la angustia se vuelve
intolerable y ya no es posible tramitarla
psíquicamente.

Hay un exceso de desconsideración hacia el cuerpo que
es penalizado por la enfermedad que incorpora desde la
exterioridad un límite que el sujeto no puede ponerse a
sí mismo.

El cuerpo se disocia y se vuelve ajeno, eso otro que habla un
lenguaje que
no es simbolizable y que se diferencia del discurso de la
histeria, lo que para Winnicott (1993) equivale a la
separación entre el cuerpo y la mente.

La patología psicosomática –hoy tan
culturalmente frecuente- incorpora un límite desde el
afuera, un "freno", una reconsideración de la fluidez.

En Occidente nos hemos ido alejando culturalmente de los
rituales de delimitación y marcación del cuerpo. La
cultura ha tomado cada vez mayor distancia de los rituales de
iniciación de la adolescencia,
donde se ponía el cuerpo en juego, a través de la
marca, señalando un momento de pasaje (Gil, 1989). Nada
marca, nada detiene el fluir, la velocidad.

En los rituales ciberespaciales no hay un cuerpo a ser
marcado, no hay una presencia fìsica real, sino
representaciones del mismo variables,
dadas las posibilidades que ofrece la red en la producción de un cuerpo fantaseado. En las
redes se fluye y no quedan marcas, ni
registros,
todo se reduce a instantes de acceso.

Volviendo entonces sobre lo planteado al comienzo, pensamos
que las patologías psicosomáticas generan un
retorno a un cuerpo reducido, a la vieja corporalidad, limitada.
A su vez, ese estado promueve la vivencia del hipocuerpo
relacionada con la multipresencia posibilitada por los avances
tecnológicos. Un solo cuerpo resulta poco para individuos
acostumbrados a la multipresencia, la velocidad, la alternancia.
La cultura "promete y ofrece" multipresencia, no unicidad.

"El biógrafo de von Neumann,
Steve Heims, afirma convincentemente que éste veía
en las máquinas que construía una "extensión
de sí mismo", que permitía superar los
límites humanos" (Breton, 1992: 107).

Esa ilusión -y realidad a la vez- de extenderse, de
traspasar los límites corporales, se encuentra en estos
momentos alentada por los avances tecnológicos.

Las patologías psicosomáticas vienen a denunciar
muchas veces esa desmentida del cuerpo, ese "hacer como si no
existiera", como si sólo fuera el soporte material del
pensamiento cartesiano.

Ese "metahombre" (Piscitelli, 1998: 85), ese hombre más
allá del hombre, de su corporalidad material, puede pagar
con sufrimiento psicosomático esa ilusión de
fusión
con los otros, ese borramiento de las fronteras de su cuerpo.

El dolor es parte de la psicosomática, y también
de las heridas que se hacen los adolescentes, del piercing, del
branding y los tatuajes. El piercing representa algo
sólido en un cuerpo a la deriva, en un mundo
fluído, líquido. Las patologías
psicosomáticas "frenan", ponen obstáculos a la
velocidad y a la disolución del cuerpo en los fluidos. Esa
"otredad" característica del síntoma
psicosomático, también podría ser pensada
como algo que viene de afuera, que delimita, que remarca el
adentro/afuera, haciendo tomar conciencia del objeto, humanizando
al sujeto.

Deportes
extremos, deportes límites

No es casual el nombre con el que se conocen este tipo de
deportes. Tanto extremo como límite aluden a un borde, a
una finitud, a una de las caras de la moneda posmoderna.

Mientras los deportes extremos resitúan al cuerpo de la
posmodernidad en su limitación, como cuerpos vivos, las
patologías psicosomáticas logran lo mismo pero con
una vivencia de pérdida que en el contexto de las
posibilidades ampliatorias posibilitadas por la CMC, hacen surgir
la vivencia de un hipocuerpo.

Los deportes extremos son en general deportes de
deslizamiento, lo que ha llevado a cierta identificación
de los mismos con lo superficial. Considero que no es ese el
punto central. Estos deportes son en su esencia juegos donde
lo que se intenta es "no caer". Jugando en la liquidez, en la
inmaterialidad, en la fusión, juegan con el límite,
lo desmienten e intentan a toda costa "no caer". Evitan sufrir,
golpearse, en definitiva, eluden parafraseando a Kundera "la
insoportable materialidad del ser".

Ese es el desafío que prometen los deportes extremos,
deslizarse sin caer, volverse uno con las distintas superficies y
fluir sin golpes. Deslizamiento y caída son las dos caras
de la moneda posmoderna que tiene dibujadas la fluidez en un lado
y la materialidad en el otro. Hipercuerpo, unido, fluido,
deslizante, en armonía en un lado, y caída, golpes
en un mundo terrenal que al mismo tiempo que
lastima hace sentir el cuerpo, lo hace vibrar y nos devuelve al
límite de lo humano.

La fugacidad de los instantes, propia de nuestra era es
generadora de un sufrimiento silencioso, del cual no es
fácil dar cuenta mientras se está en
conexión. Alli nada permanece, todo es movimiento,
no-lugares, accesos, instantes.

La búsqueda de algo permanente, que desafía las
lógicas posmodernas de mutación, migración,
nomadismo y desaparición está presente en todas
estas cuestiones que hemos mencionado.

Ese material del piercing que atraviesa la carne y que deja
huella y delimita el afuera y el adentro -o intenta al menos
lograrlo- reaparece en los tatuajes, las heridas adolescentes del
scarification o el branding, el dolor psicosomático y la
caída del deportista denunciando la materialidad de la
vida perdida en la fluidez.

Los límites sólidos de los cuerpos han dejado
paso en la modernidad líquida a cuerpos también
líquidos, disueltos, que deben ser atravesados por
piercings para existir, apelar a los deportes extremos para
volver a sentir esos bordes perdidos, o alcanzar límites
musculares que los tornen fuertes, tonificados, sólidos,
existentes.

La moneda con sus dos caras está en el aire. Dos
lógicas distintas coexisten: fluidez y materialidad,
conexión y cuerpo, deslizamiento y caída con golpe.
Vivir en ambos mundos no es tarea sencilla ni para el nacido en
la materialidad que no sabe fluir y mutar, ni para el joven
líquido sin tiempo para detenerse, pensar, leer,
conversar, y simplemente estar "solamente" aquí.

Bibliografía

1. Augé, M. (2000) "Sobremodernidad.Del mundo de hoy al
mundo de mañana"

Disponible en: http://www.memoria.com.mx/129/auge.htm

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la virtualidad aún no puede eludir", en TEXTOS de la
CiberSociedad (http://cibersociedad.rediris.es), 2.

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1999

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9. Elliot, A. (1996) Sujetos a nuestro propio y
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11. Gil, D. (1989) "El cuerpo en los ritos" en La
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301-322

12. González, J.L. (1997) Psicología del
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13. Kurzweil, K.(1999) La era de las máquinas
espirituales, Barcelona: Planeta

14. Levy, P. (1995) ¿Qué es lo virtual?,
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15. Lipovetsky, G. (1983) La era del vacío, Barcelona:
Editorial Anagrama

16. Mc Dougall, J. (1996) "Un cuerpo para dos" en Lecturas de
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17. Piscitelli, A. (1998) Post/Televisión Ecología de los
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19. Stone, A. R., "Will the Real Body Please Stand Up?:
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20. Turkle, S. (1995) La vida en pantalla: La identidad en
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21. Winnicott, D. (1989) Exploraciones psicoanalíticas,
Buenos Aires: Ed. Paidós, 1993

Publicado originariamente en Revista
Teknokultura, Vol. 5

 

Autor:

Roberto Balaguer Prestes

Website: www.robertobalaguer.com

Blog: http://blogs.robertobalaguer.com/vidasconectadas/

Partes: 1, 2
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